Salmos 42: 1-2
Tenemos delante de nosotros uno de los escritos más hermosos de los salmos, el número 42. Según se lee en el encabezado, el salmo fue escrito por los hijos de Coré y no por David Como algunos suelen afirmar. En esta ocasión me ocuparé de los primeros dos versículos que se pueden leer de la siguiente manera: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así Clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”
1- El versículo 1 presenta la imagen del ciervo qué brama o muge deseando beber del agua que calma su sed. Los hijos de Coré pudieron haber sacado esta imagen de un ciervo en el bosque O tal vez en el desierto. Si tomamos la imagen del desierto podemos imaginarnos lo desesperante que debe ser para un ciervo, estar en un desierto agobiado del calor y muerto de sed, es seguro que su bramido debe ser doloroso. En este salmo la figura ilustra lo triste que es para alguien que habiendo conocido a Dios y habiendo gustado de su presencia se siente lejos de él, no necesariamente por haberse apartado del camino, sino por estar distante de la casa de Dios, por las múltiples ocupaciones o por descuidar su vigilancia espiritual. Así como el ciervo Busca el agua para calmar su sed, el hijo de Dios gime profundamente por la presencia de Dios.
2- En el segundo versículo, El clamor del creyente en Dios es más profundo: “mi alma tiene sed de Dios”.
Queda en claro que la búsqueda del autor o autores del Salmo, no es simplemente el agua física para calmar la sed del paladar, sino que anhelan el agua que calma la sed del alma. Esta es el agua que trae alivio en la tristeza, descanso en la desesperación por el pecado y paz en los momentos cuando buscamos a Dios en profunda oración.
Los hijos de Coré expresan que tienen sed de Dios, pero no de cualquier Dios. Dice: “del Dios vivo” una expresión Qué es característica del Antiguo Testamento, por la sencilla razón de que los dioses de alrededor del pueblo de Israel eran dioses muertos, vacíos; mientras que el Dios de Israel es el Dios vivo, Jehová, el Dios todopoderoso. Nosotros venimos a la iglesia a encontrarnos con el Dios vivo, él está presente en su santo templo en la persona del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el que representa el agua que calma la sed. Jesús le dijo a la mujer junto al pozo: Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (Juan 4:14 RVR60. A esta mujer Jesús le habló de los verdaderos adoradores, los que adoran al Padre en Espíritu y en verdad. Para mejor referencia puedes leer capítulo 4 del evangelio de Juan.
3- Cuando tenemos conciencia de la bendición que representa venir al templo para adorar a Dios,
debemos plantearnos esa pregunta, igual que en el salmo: “¿cuándo vendré, y presentaré delante de Dios?”. Esta pregunta es muy significativa, usted puede arrodillarse o levantar sus brazos y orar en cualquier lugar; pero al decir cuándo vendré, parece estarse refiriendo a un lugar específico, es casi seguro que esta pregunta expresa el anhelo de ir a la casa de Jehová, para la adoración y gustar de la bendición que se recibe cuando estamos en la presencia de Dios. Es que un verdadero creyente no se siente bien cuando está alejado de la casa de Dios. Es más, si usted se aleja de la casa de Dios y no le hace falta, no extraña el compañerismo con sus hermanos en la fe, es porque su espiritualidad está muriendo lentamente. Si está sucediendo así con usted, es urgente que contemple al ciervo en el desierto desfalleciendo en busca del agua que lo salve de una muerte segura e igual que él, brame, clame desde lo profundo de su ser en busca del agua que da vida, esa agua que emana de Jesús, la cual se convierte en un río que fluye y fluye en nuestro ser interior. ¿no fue eso lo que él ofreció a sus seguidores? Sí. Él dijo: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39)
Se debe orar para que el anhelo por la presencia de Dios sea satisfecho por el Espíritu Santo que nos ha sido dado, el cual está aquí con nosotros. Cuando llega la sequía espiritual la iglesia se debilita y peligra, cuando viene la lluvia de Dios, la iglesia revive. Busquemos del agua que da vida, para que haya un derramamiento del Espíritu Santo y nos revitalice a todos. Amén.