El amor mutuo en la comunidad

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El amor mutuo en la comunidad

 

Introducción:

El amor mutuo en la comunidad cristiana sigue al estudio sobre el gran mandamiento, amar a Dios con todo tu ser y amar al prójimo como a ti mismo. Como amar a los miembros de tu comunidad parece ser lo mismo que amar al prójimo como a ti mismo. Pero hay una gran diferencia. El prójimo es la persona que tú tienes al lado, sea cristiana o no. Puede ser un musulmán, un budista o un ateo y aun así es tu prójimo, tienes que amarle y socorrerle si fuere necesario, protejerle si está en peligro sin importar sus creencias ni su condicion social o económica. Los miembros de tu iglesia son tus hermanos en la fe, son tu familia y entre tú y ellos debe existir el amor mutuo. Este amor mutuo es el mismo que Jesús mostró a sus discípulos.

 

El nuevo mandamiento

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros;  como yo os he amado, que también os améis unos a otros.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos,  si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:34-35).

 

Después de haber lavado los pies de los discípulos, Jesús les dio un mandamiento nuevo expresado en el texto citado. «Que os améis unos a otros» introduce la práctica del amor mutuo teniendo como ejemplo el amor de Jesús por ellos, él dijo “que os améis… como yo os he amado”.

Este mandamiento expresa claramente que el amor es la marca distintiva de un cristiano, por consiguiente lo es también de la comunidad cristiana. Amar a los demás como Jesús amó a sus discípulos tiene sus desafíos. Jesús, por ejemplo, los amó perdonándolos, los amó sacrificándose por ellos y los amó consolándolos. Para amar como Jesús amó tenemos que perdonar, tenemos que sacrificarnos por los demás miembros de la comunidad y debemos de estar a su lado consolando cuando la ocasión lo demanda.

 

El amor en la práctica de la comunidad.

“La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma.  Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía,  sino que tenían todas las cosas en común.

Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús,  y abundante gracia era sobre todos ellos.

Así que no había entre ellos ningún necesitado,  porque todos los que poseían heredades o casas,  las vendían,  y traían el producto de lo vendido

y lo ponían a los pies de los apóstoles;  y se repartía a cada uno según su necesidad.

Entonces José,  a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa  «Hijo de consolación»), levita, natural de Chipre, vendió una heredad que tenía y trajo el producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hechos 4:32-35)

 

La Iglesia que se estableció en Jerusalén a raíz del día del Pentecostés tenía muy fresco en su memoria este mandamiento, inmediatamente que la iglesia se formó, pusieron  en práctica ese amor que aprendieron del Maestro. La comunidad era de un corazón y un alma. Se amaban mutuamente, el egoísmo se redujo a su mínima expresión, dice: “Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía”. Se desprendían de sus pertenencias y se las traían a los apóstoles para que las repartieran a todos. En esos días había cero pobreza en la iglesia, dice: “no había entre ellos ningún necesitado”, la razón era obvia: “porque todos los que poseían heredades o casas,  las vendían,  y traían el producto de lo vendido”. Inclusive se menciona el caso de Bernabé, un hermano de Chipre que vendió la herencia que tenía y la trajo “a los pies de los apóstoles”. El tuvo suficiente discernimiento para reconocer la autoridad de los apóstoles, en vez de atribuirse funciones que no les correspondían, disponiendo él mismo de los bienes que en su corazón ya eran del Señor, los trajo a los doce para que los usaran conforme a lo dispuesto por Dios.

Cada vez que escuchemos que hoy no es posible practicar el amor mutuo, recordemos el ejemplo de la iglesia del primer siglo. Su historia es un constante desafío para la iglesia de todos los tiempos. Además a través de los siglos, inclusive hoy, ha habido y hay comunidades transformadas por el Espíritu, donde el amor de Cristo es su marca principal.

 

El concepto de que somos uno.

“así nosotros,  siendo muchos,  somos un cuerpo en Cristo,  y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5).

 

Los primeros cristianos entendieron este amor como la habilidad de todos ser uno. Lo mismo que expresa Pablo a los romanos también se lo dice a los Corintios (Leer 1 Corintios 12:26-27). Como se puede observar, no solo la Iglesia de Jerusalén, también Corinto, a pesar de sus imperfecciones, estaba saturada de amor. Pero ¿entendemos a cabalidad el concepto de que somos uno en Cristo?

Un día antes de preparar este estudio, un grupo de hermanos de la iglesia fuimos a visitar a una hermana enferma; el grupo fue bastante representativo. Estuvimos con ella y su familia por espacio de una hora y media, cantamos, presentamos una reflexión bíblica y luego oramos por un rato. El dolor de la hermana no apagó el gozo de ser parte de una comunidad de Cristo, ella y su casa fueron fortalecidas y bendecidas con la presencia del Señor. Es en momentos así cuando el ser todos uno se hace realidad. El apóstol Pablo escribió:

“De manera que si un miembro padece,  todos los miembros se duelen con él,  y si un miembro recibe honra,  todos los miembros con él se gozan.

Vosotros,  pues,  sois el cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:26-27).

 

Como amar a los miembros de mi comunidad no es un asunto complicado, si no lo hacemos es por falta de voluntad, el amor se puede practicar. Esto fue lo que los primeros cristianos hicieron. Ellos captaron muy bien el nuevo mandamiento que el Señor les transmitió y en cuanto tuvieron oportunidad no lo pensaron dos veces, simplemente abrieron el corazón a todos los que el Espíritu Santo añadía a la comunidad mientras iban siendo salvos (Hechos 2:42-47).

 

De este estudio debemos considerar seriamente el amarnos los unos a los otros, igual como Jesús nos amó a nosotros, esto es perdonando, sacrificándonos por nuestros hermanos y consolando cuando las circunstancias lo demanden. Debemos practicar el amor, actuando en favor del otro sin esperar que el otro actúe en mi favor, no dejar que el egoísmo nos domine impidiéndonos obrar con desprendimiento, ayudando al necesitado, y supliendo para que a la comunidad no le falte nada. Cada comunidad cristiana debe insistir en buscar a quien amar y mostrarle con hechos que Jesús está en medio de ella. Y por último, debemos procurar el ser todos uno en amor. El amor es la marca distintiva del cristiano. Amémonos como Cristo nos ha amado.

 

PREGUNTAS PARA COMPRENDER ESTE ESTUDIO

  1. ¿Qué diferencia hay entre amar al prójimo y amar a tu comunidad?
  2. ¿Cómo amó Jesús a sus discípulos y que implica para nosotros hoy?
  3. ¿Cómo practicó la iglesia primitiva el amor mutuo?
  4. ¿Es posible practicar el amor comunitario en la iglesia actual?
  5. ¿Cómo define a tu iglesia en relación a este amor?

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