Qué Es La Salvación

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Si tú eres una persona que te haces la pregunta ¿qué es la Salvación? Te explico que salvación es el acto divino, a través del cual la persona que se encuentra perdida, a causa del pecado, es rescatada y perdonada, por medio de la muerte de Cristo en la Cruz.

Las personas que viven en pecado están ligadas a Satanás y son culpables delante de Dios. Pero cuando estas personas escuchan el evangelio de Jesucristo y creen, poniendo toda su confianza en él, son perdonadas y libradas del poder de Satanás. Es como librar del fuego a una persona que se está quemando.

La fuente de la salvación es el amor de Dios. Es como decir, Dios mismo, ya que Dios es amor (Primera Epístola de Juan, capítulo 4, versículo 8). La declaración más significativa de la Biblia sobre el amor que salva, la dio Jesús cuando dijo:

«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Evangelio de Juan, capítulo 3, versículo 16).

Estas son palabras del propio Jesús, las cuales dijo a un sabio llamado Nicodemo, quien se acercó a Cristo en busca de la verdad. Solo podemos ser salvos, si aceptamos a Jesús como el camino, la verdad y la vida (vea el evangelio de Juan, capítulo 14, versículo 6).

La provisión de la salvación es la gracia y el requisito es la fe. Significa que la salvación es un regalo de amor.Para ser salva, la persona que está encerrada en la prisión del pecado, tiene que aceptar a Jesús por la fe, debe creer en él y aceptarlo como su Señor y salvador. Si lo hace recibirá la salvación en el acto completamente gratis. La Biblia lo explica de manera sencilla:

«porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios». (Epístola a los Efesios, capítulo 2, versículo 8).

La salvación es para todos. Cuando Jesús le dijo a Nicodemo que Dios envió a su Hijo al mundo, para que todo el que en él cree, no se pierda, eso es lo que significa. Las demás explicaciones sobran, Jesucristo murió por toda la humanidad, sin importar raza, color, posición social, o nivel educativo. El murió en la Cruz para que por su muerte, todo el que crea y quiera, sea salvo. La salvación es un regalo de Dios, que se recibe por fe y que está disponible para toda la humanidad. Tú puedes aceptar a Jesús como tu Señor y salvador ahora mismo, si solo acude a él y le dice: Padre Celestial, soy una persona pecadora y sin tu amor no tengo esperanza de salvación, Pero yo sé que Jesús murió por mi en la cruz, creo en él y lo acepto como mi salvador personal. Perdóname y hazme un hijo/una hijo/ tuyo/a. Amén.

Dios te bendiga.

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Como amar al prójimo como a ti mismo

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Este estudio tiene dos partes, la primera tiene que ver con la manera que amamos a Dios y ya la vimos en el estudio anterior; la segunda tiene que ver con la forma que amamos a nuestro prójimo. Citamos el texto de nuevo:

“El primero de todos los mandamiento es: «Oye,  Israel: el Señor nuestro Dios,  el Señor uno es.

Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,  con toda tu alma,  con toda tu mente y con todas tus fuerzas». Este es el principal mandamiento.

El segundo es semejante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay otro mandamiento mayor que estos” (Marcos 12:28-31, RV95).

 

Jesús nos da un ejemplo brillante de condensación de las ideas en la respuesta que dio a la pregunta hecha por el escriba. Puso, nada más y nada menos que, seiscientos trece mandamientos y leyes morales, en un libro tamaño bolsillo. Todo el libro de la ley lo resumió en una forma que nosotros podemos grabarlo en un marcador de libros y tendrán significado y serán comprensibles para los lectores.

 

Jesús enseñó que estos dos mandamientos son el fundamento de todos los demás. Uno, el primero, expone nuestros deberes para con Dios y otro, el segundo, expone nuestros deberes para con el prójimo. Es importante especificar que estos mandamientos no eliminan a los demás, sino que dan validez a los restantes, tanto en el Decálogo como en las leyes y ordenanzas morales dadas al pueblo de Israel. Cada una de ellas está relacionada con Dios o con el prójimo, hasta el punto que quien ama a Dios no desea deshonrarlo y quien ama al prójimo jamás desea perjudicarlo.

Amar al prójimo supone  que los hombres deben amarse a sí mismos, a este amor se le llama amor propio; pero el amor propio no debe sobre pasar los límites del pecado, llevando  la persona a adorarse a sí misma en vez de amarse a sí misma, o a entregarse a los placeres y deseos de la carne, partiendo del criterio de que quien se ama a sí mismo debe darse los gustos que quiera. Hoy día es común observar a las personas llamando la atención hacia sí misma y buscando en forma excesiva la aprobación de los demás. Publican fotografías e inventan frases ansiosas de que les digan que están divinas, que son lo máximo. La gente de hoy está fascinada consigo misma, a esto se le llama narcisismo, las personas enamoradas de sí mismas. De ellas hablan las Sagradas Escrituras cuando dicen:

 

“También debes saber que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos.

Habrá hombres amadores de sí mismos (el subrayado es mío), avaros,  vanidosos,  soberbios,  blasfemos,  desobedientes a los padres,  ingratos,  impíos,…” (2 Timoteo 3:1-2, RV95).

Hombres amadores de sí mismos “que buscan lo suyo propio” (Filipenses 2:21), es una señal de los últimos tiempos. Así que nadie se sorprenda si ve que la gente de hoy no tiene ningún interés en el bienestar de los demás.

Pero el amor propio es necesario. El amor que los hombres se deben a sí mismos es primero natural que envuelve el cuidado de su cuerpo, el de su familia y el de sus pertenencias; y, segundo, es espiritual que envuelve el estar preocupado por el bienestar del alma, y el procurar la felicidad personal. El sobre estimarse es dañino y el subestimarse también lo es. La Biblia aporta un balance adecuado:

“Digo,  pues,  por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros,  que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,  sino que piense de sí con cordura,  conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3, RV95).

Las personas que sienten ese amor por sí mismas y mantienen ese balance adecuado, son las que pueden amar al prójimo como ellas mismas se aman. El amor es la clave. Pablo escribió lo siguiente sobre el tema:

“No debáis a nadie nada,  sino el amaros unos a otros,  pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley,

porque: «No adulterarás,  no matarás,  no hurtarás,  no dirás falso testimonio, no codiciarás», y cualquier otro mandamiento,  en esta sentencia se resume:  «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

El amor no hace mal al prójimo;  así que el cumplimiento de la Ley es el amor” (Romanos 13:8-10, RV95).

Pablo trata aquí nuestra relación con el prójimo. Su punto es que si amamos a las otras personas trabajaremos por el bienestar de ellas. Hay dos clases de prójimo a quien debemos mostrar un amor verdadero. Primero está aquel que es tu enemigo: “Así que,  si tu enemigo tiene hambre,  dale de comer;  si tiene sed,  dale de beber,  pues haciendo esto,  harás que le arda la cara de vergüenza” (Romanos 12:20). Con la gente que no se lleva con nosotros no tenemos opción, tenemos que amarles con demostración dándole de comer si tienen hambre y ofreciéndole agua si tienen sed. El buen Samaritano de la parábola en Lucas 10, trata de alguien que traspasó las barreras del odio amando a quien no estaba supuesto a amar.

También está el que es tu prójimo sea o no sea creyente: porque: «No adulterarás,  no matarás,  no hurtarás,  no dirás falso testimonio, no codiciarás», y cualquier otro mandamiento,  en esta sentencia se resume: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». La aplicación lógica de este verso es que nadie cometerá un agravio contra otra  persona si la ama como se ama a sí mismo.

 

Como amar a tu prójimo como a ti mismo tiene su más alta expresión en el ejemplo del Buen Samaritano y tiene una enseñanza práctica en la relación de Timoteo con la iglesia de Filipo. Pablo contó a esta iglesia la preocupación que el joven discípulo tenía por ellos.

 

“Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al tener noticias vuestras,

porque no tengo a ningún otro que comparta mis sentimientos y que tan sinceramente se interese por vosotros,

pues todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús.

Pero ya conocéis los méritos de él,  que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio.

Así que a este espero enviaros,  luego que yo vea cómo van mis asuntos” (Filipenses 2:19-23, RV95)

 

Timoteo, contrario a los que se amaban a sí mismos egoístamente, amaba a los filipenses desinteresadamente. No buscando lo suyo propio estaba preocupados por ellos y dispuesto a correr riesgos con tal de alcanzar su bienestar. Igual que él podemos llegar a amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos. Este amor por el prójimo muestra al mundo cuanto amamos a Dios y nos define como cristianos. Amemos a nuestro prójimo como deseamos ser amados y seremos bien efectivos conduciendo almas a los pies de nuestro Señor Jesucristo.

 

PREGUNTAS RELACIONADAS CON ESTA LECCIÓN;

¿Cuál es la diferencia entre adorarse a sí mismo y amarse a sí mismo?

¿Es pecado amarse a sí mismo?

¿Es pecado no amarse a sí mismo?

¿Estás tú en disposición de mostrar tu amor a personas con las que no te llevas?

¿Deseas para tu prójimo lo mismo que deseas para tí?Facebook

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